Huellas

miércoles, 25 de abril de 2012

Ekron


Era en una casa antigua, siniestra. Abandonada por un antiguo dueño que murió por causas desconocidas. Las situaciones se dieron distintas, este parecerá más un relato que un cuento, pero todo es una invención de mi cerebro en “estado onírico”. Leerlo parecerá inocuo, pero sentirlo es espeluznante.

Baje las escaleras dirigiéndome al sótano, con una especie de artefacto plateado que emitía una luz fluorescente azulada. Cuando la posaban sobre una pared, podías ver lo que había detrás. Bajo un amigo mío al lugar; y yo mirando las paredes viejas, parecía un sitio acogedor, pero también frio. Había tubos de ensayo por doquier; condensadores y mecheros bunsen adornaban la estancia empolvada. Incluso los libros rojos casi calcinados que yacían en la chimenea, al fondo del pasillo. Me doy la vuelta y enfoco el artefacto frente a mí y la pared ya no reflejaba un color insípido y lánguido. Era la figura esquelética de un ser humano, detrás de la pared. Quede horrorizado, no quería saber si de veras, allí detrás habría un cadáver.

Mi amigo me dijo, Chris… abramos la pared y comprobemos. Desistí, pero me termino convenciendo. Tome un mazo grande de los que había en el sitio. Y comenzamos a derruir la pared, golpe a golpe. Cuando apareció, un esqueleto, casi deforme. Parecía una mujer, de baja estatura, con los ojos volteados hacia arriba, pero se notaba que por la expresión facial de lo poco que quedaba de piel en su rostro, habría sido metida en esa brecha viva. Cayó al suelo y se rompió en pedazos. Mi amigo me dijo, busquemos más… quiero ver. Yo me negaba, pero terminaba asintiendo al final. Abrimos otro boquete en la pared, y otro, en el suelo, entre los dos cadáveres ya sin piel ni carne que logramos sacar, uno de ellos era diferente. Su columna vertebral estaba deforme. Creí al principio que sería una malformación, pero luego vi que el otro cadáver presentaba algo similar pero casi imperceptible. En su columna a mitad de las vértebras de la espalda, nacía otra extensión que terminaba a la altura de su nuca, aproximadamente. Empecé a buscar algo sobre ello, y no encontraba nada. Cuando casi me doy por vencido, recuerdo los libros de la chimenea y me dirijo a ellos buscando una respuesta. Al abrirlos, contenían dibujos de anatomía avanzada, que hablaban acerca de estas deformaciones.

El científico que firmaba Ekron, realizaba experimentos con niños y mujeres, agregando una segunda extensión de columna, que posibilitaba la facultad de controlar la energía que emanaba de la mente, y conducirla por toda la espalda, causando según lo poco de sus dibujos, una oscilación ,en esa energía, capaz de controlar la mente de los demás.  Mucho no pude entender, se habían quemado muchas páginas del libro. Al reverso de esa misma, había bocetos de como extirpaba secciones cerebrales sin anestesia. Adhiriéndoles un artilugio como una gema transparente parecida a un dodecaedro verde que según él emitía los sonidos de los planetas.

Deje de leer el libro, y lo deje sobre la mesa. Mire a mi amigo y el a mí. De la nada, se marchó, y yo me quede con el cadáver, intentando comprender la masacre y la tortura que habría sufrido la gente por un científico que perdió los estribos. Termina mi sueño al acercarme a la columna vertebral del deforme, y abrirla en dos con el mazo. Ver en su interior una cuenta de color ocre y cian que emitía unas vibraciones. La tome y la guarde en uno de mis bolsillos. Y me fui.

Letras de un viajero en el tiempo..


A veces viajando en colectivo, veo pasar a la gente por la calle, reposo mi cabeza en el vidrio del mismo, y veo como todo se pone en cámara lenta. Y siento que los colores se destiñen. Y solo las hojas otoñales de los arboles son las que pintan las calles de ocres matices. El tiempo retrocede, y siento que soy un abuelo que recuerda su pasado, cuando invitaba a las damas a bailar un tango, que recuerda como los adoquines retumbaban por el sonido del tranvía que lo llevaba a sus trabajos.
Todas las calles se ven como San Telmo, y arrabalero es el tiempo presente que el tango que suena en mi cabeza, me transporta al más sublime sentimiento que un artista puede expresar al componer poesía. Y lo cura todo, desde los sentidos apáticos, hasta el dolor que mis manos tienen. Vivir un tiempo que nunca viví, una imagen que nunca conocí, un tango que nunca baile y un amor que nunca bese.  

Y las calles de mi querida Buenos Aires, esta allí, con su romántica estela deslumbrante, como poesía rimbombante, el amargo deseo que despliega una amante, al sentarse en mi mesa, deseosa de una baile, una noche de verano, por las calles de  tierra y barro...

Y luego escucho decir“chofer, parada por favor” se abren las puertas, mientras el chofer con una sonrisa de punta a punta, corta el boleto y guarda el cambio del que subió por adelante. Me levanto, camino hacia la parte trasera del bondi, y le pido parada al chofer. Me bajo en Defensa y Belgrano, enfilo por Defensa hacia el fondo, y camino por las calles, y llego a un barrio guapo y platónico.

Me siento en la mesa, me pido un café y le pago al mozo. Camino hasta que se termine la calle, observando como un lente fotográfico como todo es antiguo y maravilloso cuando en realidad todo esta muerto y extinto. Y siento en mi una enorme felicidad.. ahora si me siento como en casa....
Mi realidad es otra, yo siento que no nací en este mundo, sino en otro, en uno donde lo antiguo se vuelve arte para mis ojos, y soy un transeúnte en el sendero, de este sentimiento que muchos hoy día muertos no pueden disfrutar, caras olvidadas, miradas misteriosas, el pibe canillita de la esquina, el guapo jeringa, el malevo criminal, el cana mirando hacia el horizonte. Todos parte de la historia... y yo entre la muchedumbre.